martes, 13 de octubre de 2009

la confesion sincera

LECCIÓN No. 7 (regresar al índice) LA CONFESIÓN SINCERA ES CURA PARA EL ALMA
PASAJE PARA ESTUDIO: Salmo 32 LECTURA DEVOCIONAL: I Juan 1:5-10 TEXTO PARA MEMORIZAR: Salmo 32:5 PROPÓSITO Comprender la bendición que trae el confesar a Dios nuestros pecados y ser perdonados por Él. INTRODUCCIÓN Este Salmo habla de pecado, confesión y perdón. Pero ¿por qué todo esto? Dios hizo al hombre con cuerpo, alma y espíritu. Con poder de razonar y escoger a quién obedecer. Cuando el hombre voluntariamente desobedeció el mandato de Dios, inmediatamente murió espiritualmente y se convirtió en un pecador. Nosotros así nacimos con la tendencia de pecar y lo comprobamos en nuestros hechos de todos los días. Dios, para mostrar su gran amor, instituyó el sistema de sacrificios de animales, para que el hombre pudiera pedir perdón y reconciliarse con Dios; pero los sacrificios de animales no cambiaron el corazón del hombre. Así que Dios proveyó un sacrificio perfecto, o sea, su Hijo Unigénito, Jesucristo. Por este sacrificio, el hombre tiene la oportunidad de nacer de nuevo espiritualmente y agradar a Dios con su vida por toda la eternidad. Veamos el testimonio de uno que fue perdonado. El trasfondo histórico. David, rey de Israel, había cometido los pecados de adulterio, engaño y asesinato (II Samuel 11). Pasaron varios meses durante los cuales llevó la carga de culpas no confesadas, hasta que Dios le habló por medio del profeta Natán. Muchos relacionan el Salmo 51 con este evento. Esto lo vimos en la lección anterior. Se cree que el Salmo 32 fue escrito después del Salmo 51, porque en este Salmo se describe el gozo que se experimenta al haber sido perdonado. Pablo hace mención de esta experiencia de David en Romanos 4:6-8.DESARROLLO DE LA LECCIÓN A. GOZO DEL PERDÓN (Salmo 32:1-2) David describe aquí su sentir después de haber sido perdonado. Estaba conmovido porque su pecado había sido cubierto. Él entendía que lo que había hecho era en gran manera desagradable para Dios. La situación era muy dura. En el Salmo 40:2 vemos que el habla de haber sido sacado del “pozo de la desesperación, del lodo cenagoso”. El poder de Dios llega a todas partes. ¿Cuáles pueden ser esos fangos para nosotros hoy en día? NOTA PARA EL MAESTRO: Hable de los peligros y cómo los podemos evitar. Hable de los versículos que nos ayudan a no caer en la trampa del enemigo. Por ejemplo, lea Efesios 4:25 - 5:1-4. “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca”. “Desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo”. “No contristéis al Espíritu Santo de Dios con el cual hemos sido sellados”. “Quítese de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería, maledicencia, malicia”. “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros”. “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados”. “Andad en amor como también Cristo nos amó y se entregó a sí mismo”. ¿Tenemos una actitud de amor? ¿Es sufrido, benigno, cree todo, espera todo, soporta todo? ¿O tiene envidia? ¿Es jactancioso? (I Corintios 13). Así puede seguir hablando de esta gran lista de actitudes. Veamos el significado en el lenguaje hebreo de los términos que el salmista usa al hablar de pecado: Transgresión. Es el término más fuerte para describir la rebelión contra Dios. Pecado (shata). Es no alcanzar al blanco, dar en un blanco equivocado. Iniquidad (avon). Quiere decir depravado y perverso. Más que todo describe una condición moral baja. Para cada una de estas faltas había una receta, y David las encontró. Para la transgresión, el perdón; para el pecado, el hecho de ser cubierto; en cuanto a su iniquidad, no se le imputa. Salmo 32:2, “En cuyo espíritu no hay engaño”. La confesión plena ha eliminado la malicia y la hipocresía. Nosotros, ahora, por medio de Jesucristo, podemos obtener el perdón de nuestros pecados, no por la sangre de animales, sino por la sangre de nuestro Señor Jesucristo (I Juan 1:7; I Pedro 1:19). B. LA CONDICIÓN DE NO CONFESAR (Salmo 32:3-4) Salmo 32:3a, “Mientras callé se envejecieron mis huesos”. El no confesar puede producir enfermedades o trastornos físicos. Muchos piensan que a David le sucedía esto. Notemos que él usa el adverbio “mientras”, o sea, durante el tiempo que ocultó su pecado. Salmo 32:3b, “En mi gemir todo el día”. Denota una condición de tristeza constante, pero no lo había querido confesar a Dios. Salmo 32:4a, “De día y de noche se agravó sobre mí tu mano”. La carga del pecado se estaba haciendo más fuerte para el rebelde David. Salmo 32:4b, “Se volvió mi verdor en sequedades de verano”. Posiblemente tuvo una baja en todo sentido. Recordemos que era el rey de Israel, líder del pueblo. Esto indica que una falta en un hermano puede tener consecuencias que afectan a toda la iglesia. Un acto pecaminoso de un miembro de la iglesia, no sólo provoca desánimo sino que afecta las oraciones, el testimonio y la efectividad de la iglesia en su trabajo evangelístico. Es importante notar que David al fin reconoció su pecado; se convenció del daño que le estaba haciendo al ocultarlo, y tuvo que confesarlo. El hecho de estar ocultando nuestros pecados a Dios, nos puede llevar a sufrir desaliento y finalmente la condenación eterna. Cuanto más ocultemos nuestros pecados, peor será el peso que llevemos y no tendremos prosperidad. Recordemos que “el que encubre sus pecados no prosperará, más el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Proverbios 28:13). No hay por qué sufrir las consecuencias del pecado, habiendo provisión en Cristo (I Juan 1:9). La palabra Selah, en hebreo es una pausa, una expresión que nos llama a la reflexión y a meditar en lo que hemos leído. Aquí nos detiene a pensar en la bondad y el amor de Dios que sigue llamado al pecador para que se arrepienta. Tenemos que examinarnos a nosotros mismos, determinar cómo estamos delante del Señor. Si Dios nos indica que tenemos algo de que arrepentirnos, no debemos ser renuentes a su llamado. C. LA CONFESIÓN (Salmo 32:5) Una llaga, para ser curada, necesita ser limpiada, que se le quite todo lo sucio. Lo mismo pasa con el pecado; para que sea quitado, necesita ser confesado con todos sus detalles. En el caso de David, su confesión fue completa; no encubrió nada. Ni le echó la culpa a nadie. Salmo 32:5, “Mi pecado te declaré... no encubrí”. Él fue sincero en llegar ante Dios diciéndole que había fallado al no mantener su vida limpia. No ocultó nada ante Dios. Salmo 32:5b, “Confesaré mis transgresiones a Jehová”. David confesó todo su pecado como falta delante de Dios. Él sabía que los pecados son contra Dios, y por eso debía confesarlos a Él. No necesitaba a un hombre como intermediario. Notemos que aquí utiliza las palabras pecados, transgresiones e iniquidad, palabras que él uso al principio (Salmo 32:1-2). David no dejó nada sin confesar: Su rebelión espiritual, física, moral y, en fin, todas sus iniquidades. Dios siempre estará dispuesto a escucharnos cuando acudimos a él buscando perdón (Salmo 40:1). Ningún pecador que ha buscado de corazón a Dios, ha salido defraudado. No importa que ya seamos cristianos, si hemos pecado debemos confesarlo a Dios. Debemos confesar a Dios nuestros pecados con todos sus detalles, en la misma manera en que los cometimos, si es que queremos estar limpios y con buena relación con nuestro Dios. Otra vez aquí aparece la palabra "Selah", que nos indica que meditemos y examinemos nuestro corazón, nuestra vida espiritual, nuestro testimonio delante de nuestros familiares y vecinos. ¿Cómo andamos delante de Dios? Mientras tengamos vida, siempre habrá oportunidad de salvación. Por eso Dios nos invita a cada momento. Él espera que le confesemos nuestros pecados y que produzcamos frutos de arrepentimiento. Como resultado, Dios nos dará un descanso espiritual. Si estamos bien con Dios, el Espíritu Santo nos dará seguridad de que somos salvos. Todo esto implica una perseverancia permanente. Implica ser fiel, dedicar tiempo para alabar a Dios, y servirle en cada área de nuestra vida. D. LA CONFIANZA DE ANDAR CON DIOS (Salmo 32:6-7) La palabra “por esto” indica el resultado de una acción pasada. En este caso, por haber confesado y por habernos arrepentido de nuestros pecados, hemos sido perdonados. “Por esto” disfrutamos de los siguientes privilegios: Podemos “orar en todo tiempo” (Salmo 32:6). Dios promete oírnos cuando le clamamos (Jeremías 33:3). En nuestro tiempo de oración tenemos la oportunidad de expresarle al Señor nuestras dificultades, e incluso pedirle perdón por entristecer al Espíritu Santo por nuestra falta de sabiduría. Además, a través de la oración, podemos oír la voz del Señor cuando Él nos da las instrucciones necesarias para nuestra vida. En cambio, el pecador rebelde nunca tendrá esta oportunidad. Podemos confiar totalmente en Dios. El pueblo de Dios siempre confiará en la ayuda de su Dios porque sabe que en Él hay fortaleza. En Dios tenemos seguridad en el tiempo de problemas (Salmo 27:5; 119:114). Somos liberados de las situaciones angustiosas. Esto no quiere decir que nunca vamos a pasar por momentos de peligros y de dolor. Como humanos estamos expuestos a sufrimientos, dolores y otras situaciones tristes. Pero en todo, Dios estará para ayudarnos y librarnos de situaciones angustiosas (Salmo 34:19). El Salmo 40:2 dice “puso mis pies sobre peña”. Esto indica que nuestro Dios nos fortalece. Sin embargo, para apropiarnos de estos beneficios tenemos que conocer profundamente la Palabra de Dios. Debemos conocer sus promesas con todas las condiciones y aplicarlas a nuestra vida, según sea nuestra necesidad. Véase Proverbios 3:6; Isaías 40:28-31). Tenemos un nuevo cántico para Dios. En el Salmo 40:3 leemos: “Puso en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios”. Desde el momento en que alcanzamos el perdón de Dios, nos convertimos en personas útiles en las manos de Él. Y, como resultado, de nuestro corazón brota un cántico nuevo. Además, nuestros familiares y vecinos lo sabrán, y es posible que ellos también lleguen a Dios por nuestro testimonio. E. PROMESAS Y CONSEJOS (Salmo 32:8-11) En estos versículos encontramos algunas promesas: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos” (Salmo 32:8). Dios nos da instrucciones y enseñanzas, nos guía por el camino correcto y nos perfecciona. Él está al tanto de cada una de nuestras acciones, y, además, está listo a ayudarnos. Por eso debemos abandonarnos confiadamente en sus manos. En el Salmo 32:9 se hace una comparación desfavorable para el necio que no obedece a Dios, y en consecuencia se priva de todas las promesas. El caballo y el mulo son animales sin entendimiento que siempre obedecen a la fuerza; de otra manera no se puede lograr que estos animales se acerquen a su amo. Dios no quiere gente que obedezca de la misma manera que el caballo y el mulo, es decir, a la fuerza. Él quiere individuos que le obedezcan y le sirvan movidos por un amor voluntario. “El que espera en Dios, le rodea la misericordia” (Salmo 32:10). La palabra misericordia aquí quiere decir compadecerse de otro que es víctima de sus propios males. Por cuanto nosotros esperamos en Dios, Él se compadece constantemente de nosotros, ya que muchas veces somos víctima de muchos males. Cuando confesamos nuestros pecados, por su misericordia Dios nos perdonó. Además, nos declaró justos como si nunca hubiéramos pecado. Por todo esto, existen motivos suficientes para que sirvamos a Dios con dedicación y devoción. Por supuesto que nuestro servicio debe ser racional (Romanos 12:1). “Alegraos... alegraos... cantad” (Salmo 32:11) El salmista concluye con una nota de invitación, de gozo y alabanza a Dios. Podía hacerlo con libertad porque había sido perdonado. Ahora estaba muy contento y anima a otros a que lo hagan también. Dios no recibe las alabanzas de labios inmundos o mentirosos. CONCLUSIONES Dios, siendo un Dios de gozo, da al hombre la oportunidad de disfrutar de su gozo (Eclesiastés 2:26). El gozo, la alabanza, la alegría y el canto deben formar parte central de la vida del cristiano y de todo el pueblo de Dios cuando le rinden culto. Nuestra vida, y todo lo que hacemos, deben manifestar la dicha que sentimos por el hecho de ser perdonados. Debemos vivir en alegría y en santidad. Para ello es preciso que nos mantengamos en comunión continua con Dios (Salmo 25:14; Proverbios 3:32; Apocalipsis 3:20). Nuestras palabras deben ser las que decía David: “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado y tu ley está en medio de mi corazón”. De esta manera el pecado no se enseñoreará de nosotros (Salmo 40:8). Regocijémonos en Él siempre (Filipenses 4:4).

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